PERFIL DEL ADOLESCENTE MODERNO
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- Creado: Domingo, 14 Agosto 2016 09:13
- Última actualización: Domingo, 14 Agosto 2016 09:13
- Publicado: Domingo, 14 Agosto 2016 09:13
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Si bien es cierto que los adolescentes no pueden en ninguna época ser descriptos como un solo tipo, también es cierto que a través de los autores que estudian la etapa se va configurando un modelo, por lo menos de aquel tipo considerado representativo. Así, hubo un tipo de adolescente moderno descripto como un individuo que vivía una crisis, inseguro, introvertido, una persona en busca de su identidad, idealista, rebelde, dentro de lo que el marco social les permitía. Los adolescentes de por sí, constituían un grupo marginal, los varones no tenían ya lugar junto a las faldas de sus madres, ni en la vida laboral de los padres; las mujeres tenían conflictos con las madres, y todavía no podían ser dueñas de sus casas o criar sus propios hijos.Este tipo adolescente, no era muy diferente al descrito por Aristóteles en su Retórica, descripción rescatada como vigente aún en los años 70 por Peter Blos. Decía Aristóteles:
“Los jóvenes tienen fuertes pasiones y suelen satisfacerlas de manera indiscriminada. De los deseos corporales, el sexual es el que más los arrebata y en el que evidencian la falta de autocontrol. Son mudables y volubles en sus deseos, que mientras duran son violentos pero pasan rápidamente. En su mal genio, con frecuencia exponen lo mejor que poseen, su alto aprecio por el honor, hace que no soporten ser menospreciados y que se indignen si imaginan que se los trata injustamente. Pero si bien aman el honor, aman aún más la victoria; ya que los jóvenes anhelan ser superiores a los demás, y la victoria es una de las formas de esta superioridad. Su vida no transcurre en el recuerdo sino en la expectativa, ya que la expectativa apunta al futuro, el recuerdo al pasado y los jóvenes tienen un largo futuro delante de ellos y un breve pasado detrás. Tienen exaltadas ideas, porque la vida aún no los ha humillado ni les ha enseñado sus necesarias limitaciones, además su predisposición a la esperanza, les hace sentirse equiparados con las cosas magnas, y esto implica tener ideas exaltadas. Preferirían siempre participar en acciones nobles que en acciones útiles, ya que su vida está gobernada más por el sentido moral que por el razonamiento.
Quieren más que los hombres mayores a sus amigos, allegados y compañeros, porque les gusta pasar sus días en compañía de ellos. Aman demasiado y odian demasiado. Creen que lo saben todo, y se sienten muy seguros de ello; éste es en verdad el motivo de que todo lo hagan con exceso. Si dañan a otros es porque quieren rebajarlos, no provocarles un daño real… Adoran la diversión y por consiguiente el gracioso ingenio, que es la insolencia bien educada.”
Estas parecen ser las características más notorias de un tipo de adolescente que aparece en diferentes épocas de la historia. En las observaciones de Debesse, la rebeldía tenía una forma particular de expresarse a través de la identificación con la imitación de figuras admiradas, proceso constitutivo de la propia personalidad. También este autor dejaba en claro que no todos los adolescentes se comportaban así. Todos los adolescentes no atraviesan una crisis de originalidad, que no todos están vivamente preocupados por sí mismos. En lo relativo al desarrollo intelectual, Piaget lo describía de la siguiente manera:
“Al contrario del niño, lo que resulta sorprendente en el adolescente es su interés por todos los problemas inactuales, sin relación con las realidades vividas diariamente, o que anticipan, situaciones futuras del mundo. Lo que resulta más sorprendente, es su facilidad para elaborar teorías abstractas. Hay algunos que escriben y crean una filosofía, una política, una estética o lo que se quiera. Otros no escriben, pero hablan. La mayoría de ellos, incluso hablan muy poco de sus propias producciones y se limitan a rumiarlas de forma íntima y secreta. Pero todos ellos tienen teorías o sistemas que transforman el mundo de una u otra forma.
Este autor agrega que existe un egocentrismo intelectual en la adolescencia, comparable al egocentrismo del lactante, que asimila el universo a su actividad corporal y al egocentrismo de la primera infancia que asimila las cosas al pensamiento naciente (juego simbólico, etc.). Esta última forma de egocentrismo, se manifiesta mediante la creencia en el infinito poder de la reflexión, como si el mundo debiera someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad. Esta es la edad metafísica por excelencia: el yo es lo suficientemente fuerte como reconstruir el universo y lo suficientemente grande para incorporárselo. Posteriormente, al igual que el egocentrismo sensorio-motor, es reducido progresivamente por la organización de los esquemas de acción, y del mismo modo que el egocentrismo del pensamiento característico de la primera infancia finaliza con el equilibrio de las operaciones concretas, de idéntica forma el egocentrismo metafísico de la adolescencia encuentra paulatinamente su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza, cuando la reflexión comprende que su función característica no es contradecir sino preceder e interpretar a la experiencia. Y entonces este equilibrio es ampliamente superior al del pensamiento concreto, puesto que además del mundo real, engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida interior.